sábado, 31 de octubre de 2009




He escrito mi primer cuento!, un cuento de hadas para un concurso literario, los lectores del blog sereis los primero en leerlo, pues me gustaría antes de enviarlo tener opiniones y críticas, constructivas eh!. Lo tengo terminado hace muchos días, por lo que ya no creo que cambie nada, pero me importa vuestra opinión y si tengo que escribir otro por que este no os gusta lo haré!

También quiero que colaboreis conmigo y me ayudeis a elegir el apellido de mi pseudónimo, estoy barajando varias opciones pero me gustría que me dierais ideas. El nombre de mi pseudónimo es Layna, es un nombre griego que significa luz, verdad. Sólo falta el apellido!

Para escribir el cuento me he inspirado en situaciones y sensaciones reales muy decoradas con imaginación, que ha volado cuando empecé a escribir.

A continuación podeis leer la primera parte de mi cuento, en la próxima entrada la segunda. Espero que os guste. Gracias por leerlo.




SU PRIMER CUENTO DE HADAS


Camino mágico, el de Santiago, lleno de senderos con la sabiduría de miles de huellas. Árboles y flores, el viento crea música entre sus hojas y pétalos y te acaricia con la suavidad de un ángel, silencio maravilloso. Ahí vive Maya, mi pequeña hadita, recién diplomada es un hada joven, curiosa, exploradora, inconformista, gran conocedora del cielo y las estrellas, como sus antepasados, a los que debe su nombre.

A pesar de vivir en el mejor lugar del mundo siente inquietudes por saber cómo será la vida allí donde las hadas ya no viven, de donde fueron expulsadas. ¿De verdad serán tan malos? se pregunta a veces. Ve pasar desde la flor donde descansa a miles de personas cada año, pero no se acerca, sólo observa. A veces juguetona se desliza dentro de algún sueño para darle luz y color y así, la persona en cuestión, despierta con un sentimiento especial, una sensación de alegría y dicha que sólo las hadas y los ángeles conocen en profundidad.

Layna se sentó a descansar con su espalda apoyada en un gran árbol, pues sabía de la energía que le daría este ser milenario, siempre llevaba un cuaderno donde plasmaba sus emociones, pensamientos, sentimientos, un cuaderno secreto donde escribía las experiencias durante el camino sagrado, pues le habían contado que podían pasar cosas especiales y aún las estaba esperando.

Maya contemplaba ensimismada los ojos de Layna, un brillo especial en ellos, sensibilidad, ternura, fuerza, belleza en su aura y una ligera nostalgia que hacía que su mirada fuera un océano de luces. Maya nunca se había acercado tanto a un ser de la especie humana, ellas, las hadas, vivían en su mundo mágico y maravilloso, lleno de valores y música, de amor y baile pero no pudo resistirse y se acercó a Layna. Leyó lo que tenía escrito en su cuaderno, era una pequeña carta y lloró.


“Mi Duende:

Escucho el sonido de los pájaros que tanto te gustan, olor a flores húmedas por la lluvia. Te recuerdo, te añoro...Yo también amo tus pestañas, y tus ojos, y tu boca. Amo tu pasión, tu ternura, tu debilidad. Amo tu mirada clavada en la mía. Te amo a ti, todo lo que eres y lo que puedes ser. Una brisa fría mueve las hojas de los árboles, un precioso cielo al atardecer, me gustaría que lo vieras a través de mis ojos. No olvides mis palabras, yo no olvido las tuyas. No olvides mis besos, yo no olvido los tuyos. No olvides mis manos, yo no olvido las tuyas. No olvides mi corazón, yo no olvido el tuyo. Ojala que vuelvas y todo florezca y el alma rebose dicha por que el círculo volvió a completarse. Entre las notas musicales que me regalaste, el piano me inunda y en su esencia estás tú. Estás en mis pensamientos, en mi corazón y en las lágrimas que intento contener cuando empiezo a echarte de menos.
Te siento, te amo.
Tu hada”

Maya descubrió que también había hadas y duendes en el mundo al que le habían prohibido ir por ser tan peligroso para su frágil alma. Su juventud y rebeldía la empujaron a seguir al lado de Layna, al lado de un hada en cuerpo de mujer, sabía que tenía algo importante que aprender junto a ella, era parte de su destino. Maya se despidió de los árboles y las flores y prometió volver para contar lo que viviría en ese mundo tan desconocido y lejano para ella.


Continuará...






sábado, 10 de octubre de 2009

VOLVERÍA A NACER MIL VECES



Tres años, con sus días, horas y minutos, me atrevo por fin a escribir humildemente unas líneas de recuerdo, de agradecimiento, de amor.

Quizá las lágrimas empañaban las letras antes, quizá el miedo a no saber expresar lo sentido, quizá la gran responsabilidad de hablar de una madre que no está, de una madre que decidió marchar. Quizá no he querido hacerlo. Dos años sin ella. Dos años sin mamá.

No es mi intención llorar ni hacer llorar, ni siquiera emocionar, solo quiero darle a mi madre espacio entre mis escritos, que las letras que fluyen de mí en otras situaciones ayudándome a cicatrizar heridas y a sacar lo peor y lo mejor de mí, me ayuden ahora a abrazarla, a sentirla, a tocarla, a vivirla, a amarla… para que no desaparezca en los túneles de la memoria, para que siga viva de otra manera, no sólo en el recuerdo y en los sueños donde me visita.

Es tan rara la percepción del tiempo, a veces parece que fue ayer cuando se marchó, parece que voy a ir a verla, para que me cuide con los mimos que sólo dan las madres, esos pequeños detalles que se valoran cuando desaparecen, pequeños detalles que incluso me hacen reír: cuanto echo de menos ese caldito los domingos para aliviar la garganta de una noche loca, esa tortilla de patata y esos filetes empanados que no he vuelto a probar, sabores y olores deslizándose entre las nubes de mis recuerdos.

Otras veces miro atrás y ha pasado una eternidad, las nubes se han marchado con el viento, está tan lejos, hace tanto tiempo que no la veo, que no la toco que me da miedo olvidar sus ojos y su boca y su pelo y su voz y su cuerpo y su forma de andar y de bailar y de reír y de llorar y de gritar.

Me gustaba su sonrisa cuando se veía guapa.
Me gustaba cuando contaba las galletas que podía comerse para mantener la línea.
Me gustaba su colocación obsesiva de cualquier detalle.
Me gustaba verla andar por la calle, siempre tan rápido como si tuviera prisa por algo.

Quizá lo que más eche de menos es sentir que hay alguien en el mundo que daría su vida por mi, quizá sea egoísta, pero si pudiera volver a sentir esa protección la sensación de abandono y soledad que a veces me invade no sería tan profunda.

Ojala apareciera por la puerta preocupada cuando me siento mal y pusiera su mano en mi frente para comprobar si tengo fiebre, ojala me cuidara, ojala pudiera ahora cuidarla yo a ella.

Afortunadamente esa sensación de abandono y soledad cada vez está menos presente, pues mi vida está llena de personas maravillosas, a esas a las que llamo mis estrellas. Quizá su pérdida me ha enseñado a valorar lo más importante en esta vida.

Siempre quedará ese pinchazo, lo que yo llamo los dolores del alma, que nunca desparecen del todo, ese rincón vacío siempre estará. Lo llenaré de colores.

Una madre es la única persona que puede protegerte tan solo con su existencia por que los vínculos que te unen a ella son los de la vida, el cordón que te cortan al nacer permanece para siempre.

No era perfecta, ni la mejor en todo, ni la peor en nada, era ella, simplemente.

Ahora, desde mi aceptación y respeto por su marcha la recuerdo con una sonrisa, a veces con lágrimas, pero feliz.


Volvería a nacer mil veces para que me dieras la vida…

y volver a soñar lo que he soñado, volver a besar lo que he besado, volver a llorar lo que he llorado, amar lo que he amado…

Todo te lo agradezco, el pasado y el futuro, volvería a nacer de tu sangre por que sin tu vida no sería yo ni la luz que me envuelve ahora al recordarte.

Volvería a nacer mil veces para que me dieras la vida y besarte cada día, sonreírte, abrazarte, cuidarte…

Volviste un instante para abrazarme desde el cielo, que bonito regalo .Sigue bailando entre las nubes, duerme tranquila…Porque volvería a nacer mil veces para que me dieras la vida.