domingo, 31 de octubre de 2010

RELATO CORTO SOBRE LOS BESOS ROBADOS




Si yo dejé la puerta abierta…
Los besos dormidos quizá no fueron robados…

Quizá no quise despertar de ese crimen del hurto porque cuando te roban besos te los están ofreciendo, por que cuando te roban besos te hablan en secreto, al oído, muy bajito…y yo, si lo escuché, además de ser la víctima de un robo, agravé el delito con mi sordera., me gustó ese susurro, ese ronroneo agradable que te proporcionan las caricias y el abrigo. El antifaz del ladrón quedo oculto a mis ojos, él también se acurrucó entre mis manos. Dejándonos llevar hacia un mar desconocido, pero eso, nunca fue un error.

Los besos regalados son flores en ese invierno que a veces viven los corazones, en esas aceptadas soledades, en esos desiertos sin abrazos son las gotas de agua que te alegran el día. Y yo, y él, robamos o regalamos, compartimos o arrojamos esas flores al aire para atraparlas, con la certeza de saber que la policía estaba informada y algún día llegarían los demonios de la realidad aplicando el código penal, buscando culpables, víctimas y coartadas.

-Señor Juez, debe condenarme a mí también.

Mi abogado me informa de que el crimen ha prescrito. Ya no se buscan víctimas ni culpables. Consta en el acta que las coartadas son excusas insuficientes productos de cobardías o miedos enterrados bajo la enmascarada pereza que supone el asumir.
Ha pasado el tiempo justo para curar la sordera, para abrir los ojos y quitar antifaces, la llave de la puerta ha sido encontrada. La denuncia ha sido retirada.

El ladrón se ha rehabilitado, ahora es un tipo formal, inteligente, un rey que no se conforma con robar besos dormidos, que desea besos gritados al mundo, no escondidos entre sábanas ni ocultos por el mareo que produce mirar a través de un velo, desea besos iluminados por el sol donde las nubes del día también son un buen colchón para poder volar, que las flores sólo nacen si el calor las despierta, sino, van marchitándose poco a poco y de pronto cualquier noche solo queda la tierra donde enterrar los restos de un naufragio anunciado por el Silencio. El Silencio, ese testigo protegido de este juicio sin jurado.

El viejo Silencio se me apareció en un sueño para decirme con su sabia y comprensiva mirada que él está presente y a mi lado cuando lo necesito, cuando sólo en ese lugar lejano donde él me acompaña puedo encontrar la paz y la claridad. Pero este abuelo de ojos cansados visitante de los sueños estaba enfadado, habíamos cogido su mano para pasear por un bosque de frondosos árboles donde poder escondernos entre dudas e inseguridades camufladas por el bienestar, y él, tan ocupado, no podía perder el tiempo con viejos alumnos.

En estos misterios que son los sueños, me recordó el Silencio que yo siempre quise prados transparentes y que los árboles los usaba para subir a la última rama, sentarme y observar el mundo desde lo alto, aunque me costase subir. Desperté del sueño con la sensación de no ser Yo, con cierta melancolía producida por las palabras por decir que crean vacíos en el aire, pero también hay que flotar en ese vacío para que se ordenen esas letras que pueden influir en distintas vidas y que te pueden condenar a una cárcel adornada o a la libertad que te da la verdad.

- Mi ladrón, tengo un síndrome diagnosticado donde le quiero y no le condeno por su hurto, no me condene usted por dejarme robar. Como hemos sido absueltos de cualquier posible delito, deseo que suba usted a lo alto del árbol, donde nos reiremos juntos, ¿me acompaña? Ahora sí, podemos dar la mano al Silencio, por que usted merece las flores iluminadas por el sol y yo quiero regalar besos despiertos cuando llegue el momento, cuando así lo sienta, cuando esté preparada, cuando la vida me lo mande. Aprovechemos que el Juez nos concede la libertad y empecemos a andar de nuevo, por senderos paralelos, que le he cogido cariño, le repito que le quiero. A ver donde encuentro un médico que me cure el síndrome éste, que es psicosomático y se ha quedado agarrado…
































viernes, 8 de octubre de 2010


¿Cómo se manda una carta al cielo?


Pienso, pienso...

llamo a la puerta.

Abro.

Tengo las llaves del cerebro,

mejor al cerebro no!

o a su hemisferio derecho quizá,

que está más loco

y se lo cree todo

y juega, inventa, sonríe

imagina, pinta, borra...

sí, quizás sí...



¿Sabes una cosa? Estoy acariciando a una gatita de preciosos ojos transparentes que está perdiendo el miedo a las primeras manos que la acarician. Ese miedo que todos deberíamos perder, ese miedo a no sé exactamente qué, que nunca debiste tener.


Una de las cosas que he aprendido es que los miedos envenenan el aire que respiramos, e incluso nos pueden dejar sin respirar. Yo ahora sólo quiero que la gatita deje de temblar de miedo y se sienta segura, protegida y abrigada, como se deberían de sentir todas las personas en el mundo, como te deberías haber sentido tú entonces y como espero que te sientas ahora.


Aquí es difícil sentir ese abrigo pleno, esa seguridad envolvente o esa protección infinita, pero allí, en ese lugar donde habitar después, creo que ya no pesan los lastres de una vida ni las cargas poderosas de la mente, sólo espero que ya no exista el miedo. Que mires flotando este mundo loco donde seguimos navegando en un barco con alas, porque a veces podemos volar, sin dirección, pero volamos.


Sabes que te echo de menos, que los que más echo de menos, y te lo repito un año más, es la sensación de que haya alguien en el mundo que daría la vida por mí, alguien que tiene esos detalles que sólo las madres saben regalar sin que se les agradezca lo suficiente, y sé que es egoísta, pero quizá ese sea el abrigo y la protección que me faltan. Pero no te preocupes, aunque no sé tejer bufandas de lana, he aprendido a tejer mantas de amor y cariño que me envuelven desde cerca y desde lejos. Estarías orgullosa.


Quizás vivo muchas veces en mi Universo particular e individual, idealista y parcialmente mágico. Otras veces me lanzo a la piscina terrenal y estoy un tiempo limpiando la tierra que me ensucia la ropa. Pero da igual donde navegar, si por los mares de la magia o por los desiertos de la realidad, si al final todo es igual.


Yo ahora, en esta nueva etapa que creo me está tocando vivir, he elegido dar de comer a un perrito, acariciar a una gatita y mirar sus ojos felices y sin preocupaciones. Ójala pudiera abrigar con mis letras a quienes están en otros lugares, ójala puediera regalar lo mejor de mi y que la inspiración me envolviese sin cruzarse las obligaciones mundanas a las que estamos condenados.


Nunca leíste nada mío, por entonces tampoco yo me había leído, algunas letras estaban tan escondidas que necesité varios años para desenterrarlas, aún estoy con el pico y la pala a ver que encuentro. Cuando consiga sacarlo todo te lo mando, por este correo sin sellos y sin cartero, rápido y eficiente directo al cielo, o al sitio ese donde se flota y no se pesa y se ve todo sin velos, transparente.


Podría decirte que me encantaría tener un jardín con muchas flores y una fuente árabe-andalusí, podría decirte tantas cosas nuevas o viejas, o lo que pienso, o lo que me enfada, o lo que me alegra... Pero como este correo imaginario se pincela sobre el papel, sobre la pantalla o telepáticamente he decidido que mejor te lo cuento antes de dormir, que como no pude despedirme de ti hace cuatro años esta noche te hablo, para que te vayas tranquila, que si yo pudiera flotar entre las nubes también lo haría.


La gatita me llama, necesita una mamá y calor, seguiré con paciencia acariciándole el miedo, para que duerma tranquila, como tú hiciste un día con tus gatitas, con tus hijas.


No voy a experimentar con la poesía

por que ya lo sabes,




Los versos quedaron tallados en nuestra alma de piedra,

fuerte y poderosa, ligera y frágil,

el cincel escondido bajo tierra

arañando aún algunas letras,

bebiendo del recuerdo,

durmiendo en la esperanza,

de reecontar abrazos,

de recuperarlos.


Mientras, recibe esta humilde carta...